En estos tiempos convulsos de crisis, recesiones,
rescates, ayudas, líneas de crédito preferentes, troikas, intervenciones o como
quiera llamársele a esta situación que los españoles estamos viviendo, hay
algunas personas que en vez de perder su tiempo en largas diatribas y discusiones
semánticas sin sentido se han puesto manos a la obra para intentar cambiar las
cosas.
¿Y quiénes son? Pues supongo que a estas alturas
casi todos habéis oído ya hablar de La
Economía del Bien Común. Por mi parte, debo confesar que la primera vez fue
un poco tarde, a primeros de este año, cuando estaba investigando sobre temas
relacionados con la Responsabilidad Social Empresarial y que ha sido justo
ahora cuando acabo de leer el pequeño “gran” libro que ha dado nombre a esta
corriente de pensamiento.
Pero una cosa es que hable de ello y otra bien
distinta que se sepa bien en qué consiste.
La Economía del Bien Común es un libro de Christian
Felber publicado el 16 de agosto de 2010 y que contando con apenas 150
páginas ha sido todo un record de ventas en Alemania y Austria. La edición
española la acaba de publicar la Editorial Deusto, @EdicionesDeusto.
Un Modelo
que reposa sobre unos Valores que
son los mismos que hacen florecer muestras relaciones interhumanas: Confianza,
Cooperación, Aprecio, Co-Determinación, Solidaridad y Acción de Compartir.
Una Economía
cuyo marco legal pasa de estar orientado por los principios de competencia y
avidez de lucro a los de Cooperación
y Solidaridad.
Una Sociedad
donde el éxito empresarial ya no es el beneficio financiero sino la
contribución al Bien Común.
El libro recoge una serie de principios básicos y de
medidas concretas a acometer para proteger el llamado “Bien Común”. Y aunque
muchas de ellas se antojan utópicas en la escena actual ya son más de 70 empresas las que apoyan este modelo y lo están poniendo
en práctica con éxito. Y esas empresas tienen su recompensa: las empresas
con los mejores balances disfrutan de incentivos y ventajas legales que les
permitan cubrir sus costes y ofrecer los productos éticos a precios inferiores
que los no éticos: tasas de impuestos reducidas, créditos con interés
preferente, prioridad en las contratación pública, en las líneas de
investigación, etc.
Os recojo algunas de las medidas que me han llamado la atención:
- El beneficio financiero ya no será un fin en sí mismo por lo que las empresas tendrán su tamaño óptimo: ya no temerán las fusiones o absorciones ya que no estará permitido, no tendrán que crecer para ser más poderosas que la competencia. Todas las empresas serán redimidas de la coerción estructural de tener que crecer y devorarse mutuamente.
- Las desigualdades serán limitadas: tanto en renta (la renta máxima no puede superar más de 20 veces la mínima) como en propiedad privada (no puede exceder 10 millones de euros).
- La ciudadanía participará directamente en los parlamentos económicos regionales a través de delegados, en las empresas de más de 250 empleados de forma parcial y en las de más de 5000 empleados al cien por cien.
- Hay bienes intocables democráticos: escuelas, hospitales, energía, telecomunicación, transporte público, etc.
- Habrá un “banco democrático” controlado por la ciudadanía soberana que ofrece servicios de créditos a interés reducido, cuentas corrientes gratuitas y depósitos garantizados. Ah! Esto me ha gustado especialmente: Los Mercados financieros… esos entes que nos levan amargando los últimos años ya no existirán.
- El Pueblo soberano tendrá el derecho a “corregir” a sus representantes y de controla áreas claves de la economía.
- Etc.
No sé a vosotros pero a mí me gusta. Me gusta una
sociedad en la que todos seamos responsables, en la que todos nos impliquemos
para lograr un bien común, donde
cooperar esté por encima de competir y donde las competencias más
solicitadas sean las de Empatía,
Responsabilidad y Compromiso Social y Ecológico.
Porque está claro que vivimos una profunda crisis,
una crisis que va mucho más allá de las cuestiones económicas o políticas: una CRISIS DE VALORES. Podríamos discutir
mucho sobre qué o quién nos ha llevado a la actual situación, quemar culpables
en la hoguera o bien echar balones fuera, pero lo que realmente está claro es
que todos deberíamos hacer balance sobre qué
hemos hecho nosotros y, sobre todo, qué
no hemos hecho y entonar nuestro particular “mea culpa”. No se trata de
castigarnos por aprovechar las posibilidades (que no por vivir por encima de
ellas) sino de hacer un ejercicio de
responsabilidad, no sólo de indignación, sino también de COMPROMISO.
“El peligro no está en que apuntamos demasiado alto y fallamos, sino que apuntamos demasiado bajo y acertamos“
Miguel Ángel
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El problema es que este tipo de información no llega a los consumidores, falla el marketing de muchas de estas empresas ejemplares. No estaría de más que se estableciera ese código para que los usuarios tuvieramos más patrones que el precio y la calidad a la hora de comprar un producto... el día que fluya esa información empezarán a cambiar las cosas...
ResponderEliminarEs verdad que falta información pero también que pocos consumidores tienen en cuenta este tipo de factores. Aunque esto último pasa también por desinformación.... Gracias Jose.
ResponderEliminarA mi este tipo de post me ilusiona tanto como las píldoras de los lunes ;)Yo si creo que los consumidores si tienen en cuenta este tipo de factores, el problema es que si un tomate te cuesta cuatro veces más por ser ecológico no lo compras, pero si esta a un precio similar... Recuerdo cuándo se destapó el tema de los niños y niñas explotados trabajando en países en desarrollo para determida marca deportiva, la presión social hizo que se cambiara. Esto sería al revés: premiar las buenas prácticas, aunque claro, hacia tiempo que no entraba en tu blog y acabo ce ver varias pñildoras de ilusión tuyas seguidas :)
ResponderEliminarGracias Jota, sobre todo por lo que dices de las Píldoras de Ilusión ;-). Si contribuyen a mejorar tu ánimo es para mí una gran satisfacción.
ResponderEliminarY tienes razón, tampoco se puede dejar caer todo el peso en el consumidor, que a todos nos gustan los tomates ecológicos pero no todos podemos pagarlos. Lo bueno de este sistema es que los productos de estas empresas serían siempre asequibles porque gozarían de tasas de impuestos reducidas y otros beneficios. Así, sería más fácil poder comprometerse para el consumidor medio.
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