Estamos
inmersos en una profunda crisis económica,
pero no es la primera vez. Hace sólo ochenta años se vivió una profunda crisis que
ha pasado a la historia como la Gran depresión. Comenzó alrededor de 1929 y
aquel famoso martes negro de la bolsa de New York y se prolongó en la década de
los treinta e incluso principios de los cuarenta. Desconozco con qué nombre se denominará
ésta ni la duración que tendrá pero lo que sí sabemos es que marcará un antes y
un después, no sólo en cuanto a las relaciones económicas sino también respecto
a las humanas.
El fin de la Gran Depresión en Estados Unidos se debió a la elección como presidente de Roosevelt y su política intervencionista, el New Deal de apoyo a las clases más desfavorecidas (podríamos tomar ejemplo en España), aunque hay autores que sostienen que se debió únicamente a la movilización de la economía con la Segunda Guerra Mundial.
Pero lo que más me ha llamado desde siempre la atención es el término utilizado para denominar esa crisis económica: GRAN DEPRESIÓN. ¿Por qué? Porque utilizamos la misma palabra para asignar un síndrome caracterizado por una tristeza profunda y por la inhibición de las funciones psíquicas que para referirnos al período de baja actividad económica general, caracterizado por desempleo masivo, deflación, decreciente uso de recursos y bajo nivel de inversiones. Esta coincidencia semántica no me parece para nada banal. De hecho, desde niña, cuando oía hablar de la Gran Depresión en Estados Unidos lo que venía a mi cabeza era una imagen en blanco y negro de un país empobrecido y triste.
Todos
conocemos la gran influencia que tiene el lenguaje sobre nuestra programación
mental, que nuestras palabras condicionan nuestros pensamientos y éstos
nuestros actos, por lo que se me plantearon algunas preguntas:
¿Hasta
qué punto la depresión económica no está retroalimentada por la depresión psicológica
que provoca?
¿Podemos
hablar de un Estado en “estado depresivo”?
¿Pueden
aplicarse los principios de las terapias utilizadas para salir de una depresión
psicológica a la economía?
Tradicionalmente,
las técnicas y terapias elaboradas para luchar contra la depresión psicológica
se han centrado en la eliminación de emociones negativas como la apatía, la
indefensión aprendida y la tristeza. Sin
embargo, a finales de los noventa, Martin Seligman, psicólogo y escritor norteamericano muy conocido por sus
experimentos sobre la indefensión aprendida, dio un giro radical en esta
orientación acuñando un nuevo término “psicología
positiva”. La idea clave de sus estudios es que la depresión no es sólo
presencia de emociones negativas, sino también la ausencia de emociones
positivas, por lo que se desarrollan estrategias de intervención basadas en la
estimulación del sujeto deprimido con emociones positivas como alegría,
ilusión, esperanza, etc.
La
concepción tradicional de la medicina, la psicología (¿la economía?) se centra
en corregir defectos y reparar aquello que ya está mal, por lo contrario, la
psicología positiva insiste en la construcción de competencias y en la
prevención, guardando muchas semejanzas con la corriente humanista que floreció
en los años 60 representada por autores tan reconocidos como Carl Rogers,
Abraham Maslow o Erich Fromm y que dio lugar a una inmensa cantidad de
movimientos de autoayuda, muchos de ellos poco fiables, la verdad.
La
psicología positiva estudia las bases del bienestar psicológico y de la
felicidad, así como de las fortalezas y virtudes humanas. Como emociones
positivas estudia el Optimismo, el Humor, la Resilencia y crecimiento
postraumático y la Creatividad. Emociones y virtudes que, como sociedad, también
nos pueden ayudar a salir de la depresión económica ¿No os parece?.
No
es tan disparatado. Sólo fijémonos en estos dos experimentos:
- El primero fue realizado por Fredrickson en 2003 con profesionales de la medicina y puso de manifiesto que los diagnósticos sobre enfermedades eran más acertados (tardaban menos tiempo en integrar la información del caso y a basarse en pensamientos iniciales y hacer diagnósticos prematuros) regalándoles previamente una simple bolsita de golosinas!!!.
- El segundo estudio de Danner, Snowdon y Friesen, en 2001, analizaba el estado de salud y la longevidad de 180 monjas que en 1932, justo antes de ingresar en una orden religiosa, escribieron breves relatos autobiográficos sobre sus vidas y sobre lo que esperaban del futuro. De acuerdo a estos escritos, el grupo fue dividido en dos grupos según la mayor o menor presencia de emociones positivas en ellos. Años después y a pesar de que vivían todas en condiciones homogéneas se observó que el 90 % de las monjas del grupo más positivo seguía viviendo a los 85 años, en contraste con el 35 % del grupo menos alegre. Tal y como se dice ahora tanto en RR.HH. ¿Será por ACTITUD?
Y
es que las diversas actitudes que tomemos para salir de esta crisis condicionarán
el futuro próximo. No
podemos dejar únicamente en manos de los Gobiernos la responsabilidad de
dirigir el Cambio. Debemos hacer un ejercicio de autorresponsabilidad -individual
y colectiva- y corregir nuestras actitudes negativas que son todo menos ACTITUD.
Me ha resultado muy interesante el artículo. Realmente creo que se podría aplicar cosas que ya sabemos de piscología a la economía. Saludos (hacía tiempo que no pasaba por aqui) y animo con el blog.
ResponderEliminarGracias Jota, pues sí, deberíamos aplicar psicología positiva a la economía...Falta nos hace!
ResponderEliminarBuen finde!